La verdad es que me encantan los cuentos, siempre me han gustado. De pequeña los leía, me los ponían para dormir o me los contaba mi hermana y siempre me llamaron la atención los finales; “fueron felices para siempre”.
Cuando fui creciendo vi lo difícil que sería tener un final de cuento. De niña llegaron mis primeras frustraciones; un castigo de tus padres, suspender un examen, enfadarte con una amiga, etc. Así que te empiezas a preguntar ¿Qué es ser “feliz para siempre”?¿Qué tengo que hacer para conseguirlo? Esa es la eterna búsqueda de la que tanto se habla y que tanto nos cuesta a lo largo de nuestra vida. Porque es muy difícil estar siempre feliz si la vida es como un péndulo que constantemente te lleva a los extremos para, por momentos, disfrutar de la calma de estar en el centro.
Por eso, a día de hoy, cambiaría ese final y diría “ aprendieron a ser felices”. Porque yo entiendo la felicidad como un estado de ánimo pasajero, que está y se genera en tú interior. No depende sólo de las cosas externas, los bienes, los logros, las tristezas etc… sino de cómo nosotros vivamos e interpretemos cada momento. Por eso, puedes tener dinero, trabajo, salud, amor y aún así ser un infeliz, porque el ser feliz es un estado de ánimo que reside en ti. Esto no quiere decir que haya que estar siempre feliz y contento. Todo lo contrario, es humano y necesario tener emociones negativas (ira, tristeza, miedo, rabia etc…), pero está en tu mano dejar que pasen y evitar que se queden más tiempo del necesario contigo. Lo cual es complicado y muchas veces se instalan ahí y se quieren quedar. Nos agarramos a ellas, nos volvemos cómodos y pensamos que no podemos estar de otra forma. Bueno, esto también es humano, a mí me pasa y me supone un esfuerzo volver al centro del péndulo. Porque al final, nadie se levanta queriendo ser un infeliz ese día y está en nuestra naturaleza luchar por el equilibrio.
En mi caso, hay una anécdota que me contó una amiga hace muchos años y que me ayuda mucho con esto. Resulta que un amigo de la familia era un monje budista que les regaló un telar por su boda. Al parecer esos telares llevan mucho trabajo y el monje había estado años haciéndolo. Pero, el mismo día que se lo regaló, el perro de mi amiga lo cogió de una silla y se lo comió. Ella me contaba que no sabía como reaccionar ni que decir, estaba muerta de vergüenza y angustiada por él. Pero de repente, él la miró tranquilo y con una sonrisa le dijo: “No te preocupes Ana, nada es permanente”.
Nada es permanente, una frase muy simple pero para mí con un significado enorme. No te imaginas Ana la cantidad de veces que me acuerdo de esa historia.
Nada es permanente implica que todo está en constante cambio. Significa que hay que intentar no aferrarse a bienes, sentimientos, pensamientos y, mucho menos, depender de ellos. Para mí quiere decir que hay que saber ser flexible, ya que no siempre las cosas salen como queremos o teníamos planeado. Implica que hay que aceptar, sin juzgar. Y, por último, que los buenos tiempos y las alegrías, pasarán. Pero, lo más importante, que los malos también lo harán.
Me gustaría saber ¿Cómo entiendes tú la felicidad? ¿Qué es para ti? Y, ¿qué opinas sobre la frase; “nada es permanente”?