Llega un punto en la vida de cualquier diogenera en el que te das cuenta de que eres incapaz de pasar cerca de un contenedor de basura sin echar un vistacillo y que no has comprado ni una tercera parte de los muebles de casa. Llega un día en el que tienes que confesarle a tu suegra que has llegado tarde a cenar y llena de polvo porque te has encontrado un espejo precioso tirado y NO PODÍAS dejarlo allí. Y, con un poco de suerte, a veces llega un momento en el que tus amigos, familiares y conocidos asumen tu condición de «basurillas» y comienzan a traerte todas las guarrindonguerías que encuentran «a ver qué se te ocurre» hacer con ellas. En mi caso, ese maravilloso momento ya ha llegado. ¿La prueba? Este cajoncito que me trajo el otro día mi cuñada y decidí reciclar y convertir en una bandejita para el café.
La verdad es que mucho, mucho, no le hice. Hace demasiado calor para ponerse tiquismiquis. Me limité a limpiarlo, pintarlo y desgastarlo, poco más. Bueno, y darle un pelín de cera, claro.
¿Qué os parece el resultado?
Autor: Canela y Naranja
Es cierto Marta! eso engancha mil, la verdad es que comprendo muy bien lo que explicas!!! Me encanta como te ha quedado el cajón, le has sabido dejar su esencia!!! Felicidades y un abrazo guapetona!
Me encanta, ya sabes que yo también soy de las tuyas.
Besos